lunes, julio 24, 2006

Siga la música...

Hace un tiempo el reconocido publicista uruguayo Pipe Stein dijo en “La Culpa es Nuestra" que el Canario Luna era el Frank Sinatra uruguayo.

Yo, que no soy reconocido, ni publicista, uruguayo si, me las juego y digo que José Carbajal, El Sabalero...




...es el Charly Garcia uruguayo.




martes, julio 11, 2006

A 10 años de mi primer cassette(¿Se escribía así, no?)



Sentado frente a la PC, viendo algunos blogs y demás, y con ganas de escuchar algo de música mp3 en esta máquina que no es mía.
Pero, ¿qué carajo escucho? El shuffle salta de La Trampa a Cranberries y de ahí a Goldfinger, hay de todo. Es la Crisis del Emule, uno llega a tener tanta música junta y diferente que no tiene ni idea de lo que va a escuchar.

Pero entre tantos temas en el I -Tunes, ahí estaban, los vi, a los temas de mi primer cassette. Se trata del (What the Story) Morning Glory, el segundo disco de Oasis. Puse play con Hello el primer tema y saqué el modo aleatorio para escuchar el disco entero.

Y ahí me acordé que, vaya casualidad, hace exactamente 10 años que lo tengo, justo en las vacaciones de julio del 96 me lo compré. También me acordé que lo compré en Bariloche, en el viaje que hice a los 15 años. Que gil, como gastaron plata mis viejos en ese viaje que estuvo bueno pero que me hubiera gustado haber ido con más de 15 años.

No nevó. Ningún día. Nieve, solo en la cima de uno de los cerros que ya ni me acuerdo como se llamaban, Catedral u Otto, algo así. Y después los típicos muñecos de nieve, el San Bernardo con el barrilito, los cubanitos, chocolate en rama, la leyenda del Nahuelito, los vómitos en el barco a la ida. No hubo culipatin, eso me quedó en el debe.

Y una tarde me compré el cassette de Oasis, grupo del que había escuchado una canción en la radio y no tenía idea de quienes eran. No había Internet en el 96 (acá) y si bien ya había cable en Florida, no estaba, y aun no está, el canal Mtv, que seguramente lo pasaría a cada rato.

Obviamente aun no tenia reproductor de CDS, algo que hacia poco tiempo que estaba en el mercado y que como toda novedad valía un huevo, como los I Pods ahora. Como comentamos en la comida del sábado pasado, nadie tenia compactera pero si tenia la colección completa de los CDS con canciones de distintas películas que había sacado el diario El País.

El cassette aun lo tengo, lo escuché como mil veces y crecí escuchando Oasis, solamente me falta el ultimo CD que aun no lo he buscado. Si bien ninguno de los CDS posteriores está tan bueno como el What the Story, yo los seguí comprando ya que es la banda que me marcó en la adolescencia y trato siempre de ver en que andan. Aunque desde hace unos años ya no están entre mis favoritos.

Los hermanos Gallagher, oriundos e hinchas de Manchester City, se peleaban entre ellos, con los demás miembros de la banda, de hecho solamente quedan ellos dos en la formación original, se peleaban con los de Blur y con el banana de Robbie Williams, como me hubiera gustado que le dieran una buen paliza a éste último.

Así empecé a escuchar rock, bah, en realidad después lo llamaron Brit-pop, como lo que supuestamente hace y copia Astroboy ahora, 10 años después, y que realmente me da nauseas.
Para mi era todo lo mismo, no diferenciaba subgéneros, escuchaba Metallica, Oasis, Green Day, Offspring, Charly Garcia, The Doors, Nirvana y metía a todos dentro de la misma bolsa. Rock.

Y si bien ahora ya no hacen lo mismo que en el 96, y ya no son lo mismo, ese fue el cassette que me abrió las puertas. Nunca me molestó su arrogancia, para nada, aunque Noel Gallagher haya llegado a decir que solo él era el único que podía escribir canciones como Lennon y los Beatles, banda de la que fueron influenciados y son fans, como también lo eran Los Ramones... Todo me concuerda.




lunes, julio 10, 2006

Don´t worry about me

Sigo copiando y pegando.
Encontré este texto en la página, mi favorita sin lugar a dudas, del diario Olé. Realmente vale la pena leer lo que escribió el periodista Luis Calvano, el día que yo pueda escribir algo así me jubilo.


ITALIA 1 (5) - FRANCIA 1 (3)
¿Qué te picó?
Zidane se despidió del Mundial y del fútbol de la peor manera: sin la Copa y con una expulsión infantil. Antes había regalado su última pincelada, picando un penal.
LUIS CALVANO lcalvano@ole.com.ar

Con la prolijidad de un orfebre, construyó el escenario ideal para su retiro. Desde mucho antes de empezar esta historia que duró un mes sabía que sería la última y le fue sumando esperanza tras esperanza en el día a día, en el partido a partido. Tomando fuerzas, imponiendo su talento, sosteniendo con su vigencia a un equipo entero que podía deslumbrar gracias a la magia que disparaban sus pies. Entraron a aparecer los cucos y de a uno los despachó. Fue España, fue Brasil, fue Portugal. Llegó la final y no habían pasado más de diez minutos, que su equipo ganaba 1-0 con un golazo suyo de penal. Sí, golazo: en una final del mundo, patear un penal picándola como si estuviese jugando con su hijo Enzo en el parque de su casa es una genialidad merecedora de este calificativo aun para un penal. Era el escenario ideal, sin dudas. No había nada que lo pudiera opacar... Salvo él mismo. ¿Por qué, Zidane? ¿Por qué, viejo, ese arrebato histérico, ese cabezazo innecesario al pecho de Materazzi? ¿Por qué darle el gusto al tano de pasar de ser un ordinario jugador de fútbol a un vivillo que te sacó de "tu" final del mundo, que te sacó?

Cuando la roja de Elizondo apuntó a la frente pelada de Zinedine, ya era demasiado tarde para lágrimas. La tarjeta era el caño de un revólver que irremediablemente terminaría dándole un balazo al fútbol arte, demonizando a un Dios que hasta ayer tenía el fútbol. Por eso la mirada perdida, incrédula, la saliva espesa trabada en la garganta y, seguramente, el arrepentimiento inmediato sólo superado por una incontenible tristeza, quizá la que mezclada con bronca y vergüenza formaron un cóctel que lo retuvo en la oscuridad del vestuario, sin volver a la cancha después de los penales a colgarse la medalla de subcampeón.

Su expulsión marca el fin de una era, la tumba de un héroe. Tan artístico es Zizou, que mientras caminó a la salida pasó junto a la Copa del mundo, al trofeo tan preciado, el mismo que tuvo en sus manos hace ocho años y que añoraba volver a tener. Brillaba como el oro, tanto como los ojos de Zidane cerca del llanto. Lo esperaba en el trayecto alguna palmada consoladora y después la soledad, y la remera mojada, cual santo sudario, estrolada contra la pared del histórico Olímpico de Berlín. Igual que aquella vez en Francia, en 1998, cuando otro momento de locura lo hizo revolear un codazo y con él una expulsión a mitad de torneo que jaqueaba sus sueños por entonces vírgenes en mundiales y mucho más jóvenes que hoy. Entonces tuvo revancha, ahora ya no.

Si el hombre puede tropezar dos veces con la misma piedra, Zizou se dio, otra vez, un tortazo contra el suelo, justo en el momento culminante de su carrera.

Nada hará desvanecer todo lo que a lo largo de los años supo generar en la gente, en los rivales y en los compañeros, quienes ayer coincidieron en no pasarle factura por la roja a su capitán. Tampoco su paso por este Mundial, el efecto envolvente que tuvo su juego en los que, a medida que pasaron los días, fueron sintiendo que no todo está perdido con Zidane en la cancha. No era un torneo merecedor de grandes souvenirs futboleros, y verlo a él pagó la entrada. Sus desplazamientos, su manera de parar la pelota, de girar con ella, de hacer la pausa y esperar al compañero que llega por el lado que sólo él es capaz de ver. Su compromiso con el espectáculo y la credibilidad absoluta que la gente le tiene, hizo que los alemanes descargaran su ira con una rechifla a Elizondo y a los jugadores italianos, acusándolos de ser los responsables de que Zizou no estuviese en la cancha para guiar a su equipo hasta el final, para ganar y levantar la Copa y que su retiro fuese el ideal. Claro, las pantallas gigantes no repiten las jugadas polémicas y nadie pudo observar el testazo que se estrelló en el pecho de Materazzi. Todos vieron al italiano caído y si había que creer algo, fue mejor creer que lo que se veía era una vil simulación con el único efecto de perjudicar a la figura, al hombre del día, al crack del Mundial. Mejor que así haya sido, porque a los ídolos hay que cuidarlos y evitar que caigan en una desgracia indeseada.

Zinedine no merecía este final. Y mucho menos este autoboicot. Fue escribir una historia de manera brillante y en el momento en que sólo quedaba releerla, borronearle el final con el codo. Qué curioso, cuando Materazzi metió el gol del empate de Italia, lo festejó mirando al cielo y gritando "golazo, mamma". Se acordó de su madre, como la mayoría de los tifosi que semana a semana, cuando tiene puesta la del Inter, lo insultan por su juego brusco y sus gestos de provocador. Si no que lo diga Sorin, que se ligó un codazo en la última Champions y quedó con el ojo en compota. O que lo diga Zidane, que dejó que se le caliente la oreja y entró como un champion. No sirve culpar al defensor italiano, cuando el que reacciona, el que se harta, al que le salta la térmica y actúa como un principiante es uno de los tipos con más experiencia de los 22 jugadores en cancha, es el que contesta como un toro embravecido en un rodeo ajeno. Porque ése no es su terreno, ése no es el partido que debía jugar. Calenturas puede tener cualquiera, aunque esto no pretenda justificar ni quitarle protagonismo a una de las torpezas más grandes que protagonizó Zizou en su vida de futbolista.

Zidane se retiró del fútbol y deja un agujero que será difícil llenar. Es el final, increíble final, de la historia de un ser humano, al fin y al cabo. Un tipo que demostró que no es de metal aunque el bronce se lo haya ganado hace rato.

lunes, julio 03, 2006

Una lección de Vida.

Si, ya se. Están repodridos con el mundial, pero esto que les traigo no tiene que ver con el fútbol. Lo de hoy es realmente un ejemplo de vida. La historia de un jugador de Francia que tuvo una infancia jodida (como muchos) y que hoy está jugando la Copa del Mundo, y como está jugando. Un monstruo, sin lugar a dudas. (A ver si soy buen vendedor)

Extraído de ole.com.ar

Le cambió la cara
Frank Ribery, al que de chico cargaban con el apodo de Quasimodo por su enorme cicatriz, fue el responsable de que Francia esté en cuartos. "Es un sueño", dijo.

GUSTAVO GARCIA
ggarcia@ole.com.ar


Ribery grita el 1-1. Sufrió un accidente de auto a los dos años y le reconstruyeron la cara.


Hasta el clásico de ayer, era el típico caso del jugador que rinde mejor cuando está afuera que adentro. Frank Ribery llegó a Alemania con la mochila de ser el niño mimado de los franceses. El que los hinchas pedían de titular (en una encuesta de Le Journal de Dimanche ganó con un 69%), incluso si el que le tenía que dejar el lugar era el gran Zinedine Zidane. En los amistosos previos, entrando desde el banco, la había descosido, dándole frescura a un equipo lento y avejentado. Pero cuando le llegó la chance, en el debut frente a Suiza, decepcionó: recibió un 3 de Olé. "No fue una cuestión física, sino mental. Tenía demasiadas cosas que asimilar en ese partido", aseguró el volante de 23 años. A partir de ahí empezó a levantar, aunque sin llegar a brillar como se esperaba. Claro, hasta ayer. Enloqueció a Pernía, metió el empate antes de que se terminara el primer tiempo (ver Así se define) y fue el más cocorito de Los Gallos.

Frank...enstein. Decir que Ribery le cambió la cara a su equipo puede sonar mal si se ve la enorme cicatriz que cruza su cara. "Tuvimos un accidente automovilístico cuando él tenía dos años: salió despedido y rompió el parabrisas. Tuvieron que operarlo para reconstruirle la cara", cuenta su padre, Francois. Esa marca le hizo pasar una infancia difícil al pequeño Frank. "Mis compañeros me llamaban Quasimodo o Scarface. Al principio me ponía a llorar, pero después me peleaba", recuerda el ahora famoso jugador. Como si fuera parte de su personalidad, Ribery no piensa ocultar su cicatriz. "Antes no podíamos, pero ahora él tiene los medios económicos como para someterse a una cirugía plástica. Pero no quiere", dice su padre.

A Ribery le costó hacerse un lugar en el fútbol. Su personalidad combativa (forjada en esos días de estudiante) lo llevó a deambular por varios clubes. Ya se destacaba en la selección Sub 21, pero a la vez también era noticia por sus excursiones nocturnas: muchas terminaban a los golpes. Recién al llegar al Galatasaray de Turquía su vida cambió. Se convirtió al islam y, con la paz espiritual, llegó la calma dentro de la cancha. Pasó al Olympique de Marsella en el 2005 y ahí empezó su sueño mundialista. El que explotó ayer, contra España. "Jugar al lado de tipos como Zidane, Henry y Vieira es algo que nunca voy a olvidar. Y meter un gol tan importante es lo máximo. Me alegra por este equipo, que fue criticado duramente. Nosotros nos teníamos mucha confianza a pesar de lo que se decía. Sabíamos que en algún momento íbamos a encontrar nuestro fútbol", se despidió Frank.