sábado, marzo 20, 2010

Al final fui, menos mal

Luego de algunos días de indecisión, al final me decidí y fui a ver a los Guns. Y menos mal que fui, porque valió la pena. No soy fan de la banda, no es mi palo, pero estuvo muy bueno y le agradezco a mi amigo el funebrero que insistió para que vaya.

He leído y escuchado comentarios de mucha gente que se ha quejado del sonido, del horario (yo un poco me quejé de eso mientras esperaba y sabía que a las 6.30 iba a sonar mi despertador, pero es rock n roll, no es la filarmónica, por favor!!), y de la panza de Axl Rose (¿acaso alguien está igual que hace 20 años?).

En fin, acá les dejó una crónica hecha en caliente, a unas cuatro horas de terminado el toque. En la facultad una vez me dijeron que este tipo de relatos es mejor hacerlo 24 horas después de lo sucedido, porque recién ahí queda en la mente lo más trascendente.

Nunca he mezclado mi trabajo con mi blog, pero no iba a escribir dos veces los mismo.




GNR puso a Uruguay en el mapa del rock

Guns’ n Roses, la legendaria banda estadounidense liderada por Axl Rose, hizo vibrar a más de 30.000 uruguayos en el show brindado en la madrugada de este viernes en el Estadio Centenario, en el que presentó su último álbum, Chinese Democracy, y varios de sus clásicos temas.

El inicio del espectáculo estaba programado para las 21.00, pero a esa hora las luces del estadio seguían encendidas mientras se aprontaban los últimos detalles en el escenario. Afuera, cientos de personas hacían una fila de más de una cuadra para ingresar a la puerta 16 y dirigirse al sector campo. Mientras unos hacían la cola, otros hacían negocio: niños y jóvenes recolectaban envases de cerveza vacía para después venderlos.

Laura Romero, la cantante de Vendetta, fue la primera en hacerse escuchar pasada la hora 22. “Axl aún no ha llegado”, expresó –molesta-, lo que hizo que cada vez que algún avión sobrevolaba el Centenario se escuchara el rumor de que en ese vuelo venía el frontman de los Guns. Tras 20 minutos, llegó el turno de Reytoro, la banda de metal uruguaya que comenzó a mover lentamente al público.

Luego fue la hora de Sebastian Bach quien se ganó al público con sus palabras en español con acento inglés. “Ti amo montividio” (léase “Te amo Montevideo”) o “Uruguay is rockanroller”, fueron algunas de las frases que insistentemente expresó tras cada uno de sus temas. También mostró una bandera uruguaya en la mitad y el final de su show.

“¿Quieren Guns n’ Roses?”, preguntó varias veces antes de presentar sus temas y algunos de su ex banda, Skyd Row. Su show terminó a la hora 12.30.

Luego empezó la espera para el plato fuerte de la noche. Varias personas aprovecharon para sentarse sobre la lona que cubría el campo de juego. En el escenario se realizaban las pruebas de sonido y en la torre central, donde estaban las consolas principales, dos encargados del espectáculo discutían fuertemente, lo que hizo pensar que se iba a demorar más de lo esperado.

Entre el público se apreciaron varias bandanas, el accesorio popularizado por el cantante de los Guns, que volvieron a cubrir las melenas. También hubo muchas remeras de la banda que llevaban varios años guardadas, camperas de cuero y mujeres producidas con looks de los años de 1990.

“Dale Axl que mañana hay que laburar”, se escuchó varias veces entre el público. Así, después de una hora de espera, y cuando los tobillos ya empezaban a doler, la banda salió a escena a las 01.30.

Se encendieron las pantallas, sonaron los primeros acordes de Chinese Democracy, el tema homónimo del nuevo álbum, y comenzó el show. Fuego, luces, pirotecnia y un sonido de primer nivel para armar el primer pogo.

Luego siguió el turno de “Welcome to the Jungle” y más gente se sumó al agite. En el medio del público se armó el círculo vacío para que luego los más corajudos se cruzaran en una troya. La fiesta estaba en marcha.

La lista de temas mezcló las nuevas canciones con los viejos clásicos, lo que se vio reflejado en la reacción de la gente. Con los de Chinese... se prestaba atención mientras que con los hits como Knockin on Heavens Doors había movimiento y saltos.

Axl Rose salió con camisa blanca a rayas, saco, jean, sombrero y... bandana. A lo largo del show tuvo más de cinco cambios de camisa, en las que se apreciaba que estaba dejando hasta la última gota en el escenario.

Además, cada tres o cuatro temas, el frontman fue presentando a los integrantes de su nueva banda, quienes hacían una pequeña presentación instrumental mientras Axl hacía mutis por el foro. Así pasaron los guitarristas: DJ Ashba, Ron “Bumblefoot” Thal y Richard Fortus, quienes a lo largo del show demostraron que no son bebes de pecho y por grandes momentos hicieron olvidar a Slash, quien fuera el primer guitarrista de la banda.

El grupo sonó sólido, con fuerza y sincronización. Quizá los puntos más débiles del espectáculo fueron algunos momentos en que falló la voz de Axl Rose (¿por falta de aire o por problemas de sonido?).

Pese a eso, el cantante se mostró de buen humor, disfrutando lo que hacía, y poniéndole mucha garra para cantar. Con algunos quilos de más, bailó –hizo su clásico contorneo tipo serpiente-, revoleó la jirafa del micrófono y realizó sus clásicas corridas a lo largo del escenario. La gente le respondió con aplausos y con el canto: “olé, olé, olé, gordo, gordo”.

Los hits fueron pasando intercalados con temas de Chinese: Live and let Die, November Rain, Sweet Child O’Mine, Night Train, Patience hasta el final con Paradise City, que fue el broche de oro de la noche, con fuegos y lluvia de papeles.

A las 3.55 se encendieron las luces del Centenario y la banda salió a despedirse y agradecer.

La productora uruguaya encargada del evento había expresado que este concierto era una apuesta para que en el futuro otras bandas de renombre llegaran al país. El nivel del espectáculo y la respuesta del público, dan para pensar que Guns n’ Roses puso la primera piedra para que próximamente lleguen grupos de primer nivel mundial.

Tras el final, cuando la gente se retiraba apilada y cansada del campo de juego, dos amigas miraban la parte de atrás de una remera del Chinese Democracy Tour que llevaba puesta un joven, buscando en la lista de ciudades por donde los Guns iban a tocar si estaba Montevideo. Cuando la encontraron, sonrieron con orgullo.