I remember when…El año pasado, escuchando la Radio Centenario a altas horas de la noche –en la cama, para dormirme- me encontré con una historia que me tocaba muy de cerca.
Un grupo de vecinos de un barrio de la periferia montevideana reclamaba por la falta de luz eléctrica en esa zona. Los tipos ya habían pagado a UTE pero jamás le habían hecho la instalación.
Contaban que por las noches se iluminaban con velas, linternas y faroles. Que si bien tenían electrodomésticos –DVDs, heladeras, TVs- no los podían usar, y que, entre otras cosas, las ambulancias no entraban a dicho barrio por la oscuridad.
Ahí escuché lo que más me impactó: “Algunas veces, para iluminarnos, usamos el celular, viste, el que tiene la linternita”. Casi se me pianta un lagrimón.
El celular era el mismo que yo tenía, el mismo que muchas veces recibió burlas por su antigüedad. Pero ese aparatejo -a pesar de las burlas- con su linternita, iluminaba a la gente de los barrios marginados por las noches oscuras, gente que no tenía luz pero tenía su celular. No sé dónde lo cargarían, es lo único a lo que no le encuentro explicación.
Y a partir de esa revelación lo denominé el Celular del Pepe, era en la época en que a todo producto barato y popular –serán sinónimos estas palabras- se le agregaba el termino “del Pepe”, como el pollo del…, el asado del…, la hamburguesa del… que vi en un carrito una vez. Pobre la mujer del… Me imagino que se sentiría desvalorizada la Lucía.
La cosa cambió. Después de dos años junto a él, lo dejé de lado. A pesar de que nunca me falló y me aguantaba siete días prendido, ya no tengo junto a mí al celular más vendido del mundo.
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